jueves, 16 de septiembre de 2010

SARKO Y LOS GITANOS

Una persona no molesta por ser negra (que se lo digan a Kanouté), negra clara (como Obama), judia (Rockefeller) o gitana (Lebrijano), sino por ser pobre. Y ser pobre es lo peor que le puede pasar a uno. De hecho, todavía no me explico porque yo todavía estoy en esta categoría, con los años que tengo, rondando ya el medio siglo. ¡Y lo que llevo "trabajao"!. Ya lo decía mi llorado Carlos Cano, cantando junto a Marina Rosell aquel poema en memoria de Lucrecia, aquella "sudaca" tan pobre y tan negra, muerta en Madrid hace ya 18 años, a manos de un guardia civil neonazi y tres menores de cabezas rapada, y cerebros más rapados todavía: lo que nos fastidia no es el color de la piel, sino la pobreza, la miseria.
Y ¿porque será?. Yo tengo una teoría. Probablemente sea porque los pobres nos recuerdan demasiado a nosotros mismos, y a nuestro pasado no tan lejano. No siempre hemos tenido un coche para cada uno, un televisor con TDT de plasma en cada cuarto, internet de banda ancha y mogollón de canales de telebasura. No hace tanto tiempo vivíamos en casas frias y calurosas sin agua corriente, sin cuarto de baño, aseándonos una vez a la semana en un baño de cinc, y haciendo nuestras necesidades en una bacinilla. Comíamos lo que podíamos, y entonces no existían ni los bollycaos, ni las copas danone. Ni siquiera Karlos (con K, de vasco) Arguiñano nos daba ninguna receta. Entre otras cosas, porque nos hubieran faltado la mitad de los ingredientes, y probablemente el azucar glass y la nuez moscada ni siquiera estaban en las tiendas donde tu madre acudía con una cesta y el tendero te liaba los garbanzos en un papel de estraza.
En aquellos tiempos olíamos mal. No solo era la falta de higiene, sino que ni siquiera le habiamos dado la opción a los malos desodorantes de que nos abandonaran. Oliamos a zorruno. Los pobres siempre huelen mal, y nosotros no eramos una excepción.
Por suerte para nosotros, ya no olemos mal. Incluso, algunos olemos bien. El olor bueno, el buen olor, es la seña de identidad de que hemos dejado atrás tiempos muy difíciles. Ya no se entiende que disponiendo de agua corriente calentita, geles de todos los tipos, jabones neutros, sticks desodorantes, aerosoles y demás afeites y enjuagues, nuestros sobaquillos canten por peteneras.
Aún así, todavía quedan algunos por ahí que parecen que son alérgicos a estas cosas.
El caso es que, en nuestra opulenta sociedad, ya casi nadie huele mal. Sin embargo, el mal olor nos persigue como si fuera la peste. Pero ¡ojo!: no somos nosotros quienes atufamos, sino unas hordas eurorientales de piel aceitunada y costumbres nómadas, gitanos por más señas.
No pretendo, puedo ni quiero hacer una crítica ni una alabanza al modo de vida de los gitanos. Yo no soy nadie, y ellos están además por encima de todo eso. Tienen su cultura, su forma de entender la vida, ni mejor ni peor que la nuestra. Como tales, dignos de todo respeto y de toda consideración. Pero tienen un problema: son pobres.
Y como pobres que son, los gitános búlgaros y húngaros que viven en Francia, malhuelen. Un día, hace poco, los malos efluvios emanados de los campamentos que cercan París llegaron con los vientos del estío al Elíseo. Saben ustedes que allí vive un señor, que gobierna la Francia de los franceses. Este señor, de apellido eslavo, húngaro para más señas, acostumbrado (suliveyado diría yo) a los "perjúmenes" de su mujer, de apellido Bruni (que nos trae a la memoria caros perfumes) un buen día preguntó a su lacayo por el origen de ciertas emanaciones que ofendían sus aristocráticas narices. Informado por este que las mismas procedían de un campamento de "hitanos", montó en cólera. Desde aquel mismo momento, se dijo, haré todo lo posible para que en la Francia del "grandeur", en el territorio de la "Liberté, Egalité et Fraternité" no tengamos que soportar más este pestazo.
Dicho y hecho. Gitano que vea, gitano al avión, de vuelta a casa. 300 euros para gastillos en el bolsillo y "a juir". Que aquí no queremos negros (ni gitanos). Que negro muerto, negro bueno, y aquí se acabó el carbón.
¡Oiga, que estamos en 2010!. ¡Que esto es Europa! ¡que esto es la tierra de la libertad!, dicen, decimos algunos, pobres diablos que aun no nos hemos enterado que lo que se impone es el cinismo. Pero, ¿no sabía usted que Hitler masacró a los judios porque olían mal?. Todo lo demás que se ha escrito son pamplinas. Nada de la conspiración judeo-masónica ni gaitas similares. Los nazis mataron a los judios porque apestaban.
Algunos, nosotros, diablillos pobres e ilusos, alzamos la voz (nuestra voz pequeña, afónica, sin fuerza) contra estas cosas, porque somos conscientes de que este es el inicio para un nuevo "progromo", para una nueva persecución de las minorías molestas. Sabemos que el populismo, el racismo, el nazismo, el nacionalismo mal entendido, está siempre latente en nuestras sociedades, esperando su oportunidad para emerger. Sabemos que el huevo de la serpiente está incubado por multitud de personas que al final no les importa aparecer como canallas. Sabemos que si se atizan estos sentimientos, que si culpamos de nuestros problemas a los otros, terminaremos matándonos de nuevo. Y la peor parte, como siempre, serán los más pobres, los más desposeidos. Los que no tienen educación, ni trabajo, ni vivienda, ni pensiones, ni seguro de desempleo, ni jubilación. Los que no tienen futuro, solo un presente de hambre, miseria, desprecio y oprobio.

Por fortuna, algunas personas, como la Comisaria Reding, titular de justicia en la Unión Europea, tienen el valor de llamar a las cosas por su nombre, dejarse de lenguajes diplomáticos y advertir que lo que Sarko hace no deja de ser una canallada. Vale ya de dobleces, de hipocresías. Vale ya de gestos de comprensión a lo que no se puede comprender. Primero Berlusconi, ahora Sarkozy, mañana quien sabe.
Pero de todo, lo que más me ha dolido es lo que nuestro Zapatero ha dicho hoy, censurando a Reding y pidiendo respetar la decisión francesa. No sé si es que estaría fumado. Lo que hay que respetar, señor Presidente (ya no puedo llamarle compañero) en primer lugar son los derechos humanos, amparado por una declaración de la ONU que ya tiene más de 50 años. Después de esto, todo lo demás. Si perdemos de vista esto, ¿que nos queda? ¿que legitimidad legal y moral tenemos para exigirselos al resto del mundo?. Anda ya, Zapatero.

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