martes, 21 de septiembre de 2010

ZAPATERO Y SUS IMPUESTOS

Cada vez más, y me duele decirlo, reconozco menos a Zapatero. Leo en la prensa de hoy que el presidente del gobierno ha dicho en la Universidad de Columbia que "subir la presión fiscal puede ser útil y progresista, y bajarla también. No tengo una posición dogmática...etc.". Todavía resuenan en mis oídos aquellas palabras de no hace tantos años cuando dijo que bajar los impuestos era algo progresista. No sé de donde sacó entonces semejante axioma, ni de donde saca ahora justo el contrario, aunque intente convencernos de que tan buena puede ser una cosa como otra, diciendo que huye de posiciones fundamentalistas, porque conducen al fracaso. Yo, si estuviera cerca de él, le diría que lo que conduce normalmente al fracaso no son las posiciones fundamentalistas, sino las posiciones improvisadas.
¿Desde cuando ha sido progresista bajar los impuestos?. Veamos: los impuestos son la sangre del cuerpo social en un país avanzado, en un país en que se busque el bienestar de todos los ciudadanos. Los ciudadanos económicamente independientes, entiéndase ricos, no dependen del Estado para satisfacer sus necesidades. Si enferman, pueden pagarse médicos y clínicas privadas. Para la educación de sus hijos disponen de colegios privados que además seleccionan a sus alumnos, siquiera sea por lo que cuestan. Sus hijos en edad de cursar estudios superiores pueden acudir a las universidades privadas donde se codearan con "gente de su clase", sin tener que contaminarse con estudiantes hijos de obreros. Si necesitan seguridad, pueden costearse seguridad privada que vele su sueño en sus lujosas urbanizaciones privadas. Los más ancianos no necesitan el INSERSO para hacer un viaje a ese lugar turístico que solo conocen por referencias. Y así, todo.
Pero como los ricos son, por desgracia, una minoría en cualquier nación, tienen que ser los Estados los que procuren la satisfacción de las necesidades básicas de la población: la alfabetización, la salud, la seguridad, las comunicaciones, el medio ambiente, etc. Sentado el principio impepinable de que nadie le regala nada al Estado, este se ve en la necesidad de detraer recursos de los ciudadanos y de las empresas, que toman la forma de impuestos y tasas, para poder hacer frente a sus ingentes gastos.
Esta claro que si la gente no pagamos, es imposible que el Estado, a cambio, nos ofrezca los servicios que demandamos. El Estado no puede poner la maquinita de hacer billetes a imprimir papel moneda sin ton ni son, porque el resultado sería una inflación galopante que en poco convertiría el valor de la moneda en algo absolutamente ridículo. Todavía hay por ahí países cuya moneda tiene un valor tan bajo que para poder pagar una barra de pan hacen falta miles de billetes del mayor valor.
El problema es que cada día los ciudadanos demandamos más y mejores recursos. Pedimos mejores carreteras, más modernos y equipados hospitales, menos tiempo de espera para someternos a una operación quirúrgica. Más policías y guardias civiles en las calles, mejor educación para nuestros niños. Rápido servicio de la Justicia. Mejores y más rápidos trenes. Autobuses públicos con más rotaciones, nuevas lineas de "metro" en las ciudades que lo tienen, más zonas verdes, más, más, más.
Y la segunda parte del problema, como sabe cualquiera mínimante versado en economía, es que los recursos disponibles son limitados. Por eso, los buenos gobiernos se distinguen de los malos en el modo en que administran esos recursos. Los buenos dedican la mayor parte del Presupuesto a fomentar la economía productiva. Esto se hace aplicando políticas que pasan en primer lugar por la formación de las personas. Un trabajador formado es un trabajador que produce más y mejor. En segundo lugar, estimula la inversión en infraestructuras públicas fundamentales, como las redes de comunicaciones (autopistas, puertos y aeropuertos, carreteras, ferrocarriles) que puedan dar rápida entrada a las materias primas y aún más rápida salida a los productos manufacturados. Continúa con el desarrollo de otras infraestructuras de servicio (sanitario, cultural, turístico) que complementan lo anterior y son cruciales para el desarrollo social y económico.
Los malos gobiernos, en cambio, no se dan cuenta de que el principio de todo es la economía. Pero no solo en esta economía nuestra mal llamada "de libre mercado", sino en todos los sistemas sociales y políticos que en el mundo han sido, son y serán. Mi abuela decía que donde no hay harina todo se vuelve mohina. Estos malos gobiernos (y cuando digo gobiernos no me refiero solo a los de los Estados, porque tenemos gobiernos regionales, provinciales y locales) confunden las prioridades. En muchas ocasiones son incapaces de decir no a peticiones que son inasumibles, al menos en ciertos momentos. A mi me gustaría mañana otro Mercedes nuevo, pero mi lamentable economía familiar no me lo permite. En un pueblo, una ciudad, una provincia, una región, un país, es lo mismo. Si no tenemos para pagar lo básico ¿como vamos a meternos en lujos?. Si no tenemos para pagar la nómina...¿como vamos a contratar más empleados?.
Estos malos gobiernos, (y como no me canso de repetir, tenemos muchos cercanos en el ámbito local) no dedican sus recursos a lo que realmente importa. Malgastan el dinero en cosas innecesarias, despilfarran en lujos, y en demasiadas ocasiones, el dinero público se va en mantener una legión de empleados de todo punto innecesario, como no sea para mantener en su puesto al político que lo ha "colocado".
Pero me estoy yendo por las ramas. Zapatero sabe, y sabe bien, que aquellos países más avanzados son aquellos que tienen un sistema fiscal serio. En ellos, la presión fiscal es alta, pero los ciudadanos no se quejan (o se quejan menos) porque a cambio reciben unos servicios de alta calidad y saben que su dinero está bien administrado. A Zapatero hay que decirle, aunque él lo sepa mejor que nadie, que si en este bendito país la Inspección de Hacienda funcionara bien (no puede hacerlo porque sus recursos humanos y materiales son limitadísimos) el destape del enorme fraude fiscal cubriría todo el déficit del Estado y sobraría. Es incomprensible que la inmensa mayoría de los empresarios y profesionales declaren 10.000 euros de ingresos al año. Eso no se lo creen ni ellos. Los que estamos controlados somos únicamente aquellos que tenemos la suerte o la desgracia de depender de una nómina por cuenta ajena.
La derecha, siempre con el viejo cuento de que bajar los impuestos es bueno porque así la gente tiene más dinero en el bolsillo para gastar (en sus negocios, se entiende), nos vende la moto de que la reducción de la presión fiscal es la panacea para salir de la crisis. Mentira, y mentira gorda. La derecha nunca baja la presión fiscal. Lo que hace es utilizar un viejo truco: bajar los impuestos directos (Impuesto sobre la Renta, sobre Sociedades y sobre el Patrimonio) que benefician a las rentas más altas, y en cambio nos sube los indirectos, como el I.V.A. y los Impuestos Especiales (tabaco, alcohol, hidrocarburos, electricidad, etc.) que tenemos que pagar todos por igual, independientemente de que seamos ricos o pobres. Exactamente lo mismo que ahora ha hecho Zapatero.
Por eso, vuelvo a decir, cada vez reconozco y confío menos en este hombre. ¡Que pena!

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